martes, 25 de julio de 2023

América/El asalto al cuartel Moncada en Cuba

 


Era una misión casi suicida pero un puñado de jóvenes inexpertos decidió asaltar el segundo mayor cuartel militar de Cuba el 26 de julio de 1953. Querían derrocar al régimen dictatorial de Fulgencio Batista. Muchos fueron apresados o muertos pero su líder no renunciaría tan fácilmente a su propósito. Se trataba del joven abogado de familia acomodada Fidel Castro Ruz. Antes de escuchar la sentencia condenatoria afirmó ante el tribunal: “La historia me absolverá”.

Cuando se armó la lucha

Aristides Cajar Páez

A comienzos de la década de 1950, gobernaba Cuba Carlos Prío Socarrás, líder del llamado Partido Auténtico. En la oposición se destacaba el Partido del Pueblo Cubano, mejor conocido como Partido Ortodoxo.

Una de sus figuras más carismáticas era el radiodifusor Eduardo Chibas, quien desde su programa semanal en la emisora CQM de La Habana fustigaba al gobierno de Prío, denunciando con nombre propio a los actores y actos de corrupción que azotaban la isla.

Chibas era una figura carismática y tenía fama de insobornable. Su audiencia era enorme, como sus seguidores y se perfilaba como el probable ganador de las elecciones de 1952. Sin embargo, a mediados de 1951, Chibás estremeció al país con una grave denuncia contra el Ministro de Educación, que, no obstante, no pudo probar. Esta situación embarazosa parece haberle contrariado en extremo. La gente sabía que la corrupción en el país era rampante, pero al no haber podido demostrar ese caso, sus adversarios políticos no desaprovecharon la oportunidad para intentar destruirle.

Tiempos de agonía

A inicios de agosto de 1951 Chibas, durante la transmisión de su programa semanal, luego de una fuerte arenga contra la corrupción y un llamado al pueblo cubano, estando al aire sacó un revolver y se disparó a sí mismo. Su agonía duró 10 días en medio de la consternación y el estupor de sus miles de seguidores.

Al año siguiente, el mayo de 1952 debían producirse las elecciones generales, pero tras la muerte de un personaje como Chibás, el ambiente en el país estaba enrarecido.

Un ex sargento del ejército cubano llamado Fulgencio Batista era uno de los candidatos a la presidencia. Batista había participado del golpe contra el presidente Machado. Con un ascenso sospechosamente meteórico dentro del ejército, llegó a ser jefe del instituto armado y eventualmente presidente de la República entre 1940 y 1944.

Batista tomó el pulso del país en aquel momento y se dio cuenta de que no contaba con posibilidades reales de llegar al poder por la vía de los votos. Usando como excusa la corrupción generalizada del gobierno de Carlos Prío Socarrás, confabuló a un grupo de jóvenes oficiales y a algunos empresarios para dar un golpe militar. Alegó que tomaba la acción al tener información de que el presidente Prío pretendía desconocer el resultado de las elecciones y prometió celebrarlas el año siguiente, 1953.

Dictadura y Guerra Fría

Una vez instalado en el poder, Batista desató una sistemática campaña de represión, ensañándose particularmente con los sindicatos azucareros y las figuras de oposición que le resultaban incómodas. También buscó congraciarse con Estados Unidos, para lo cual quiso hacer un gesto de alineamiento en plena Guerra Fría con el bando norteamericano y rompió relaciones con la Unión Soviética.

Pese al carácter arbitrario y autoritario del gobierno de Batista, muchos sectores cubanos le apoyaban, hartos como estaban de la rampante corrupción. Sin embargo, los sectores estudiantiles le plantaron cara a su régimen. Entre los grupos de estudiantes, destacó el liderazgo de un joven abogado de clase media acomodada llamado Fidel Castro.

Castro inició una lucha jurídica y política para denunciar al régimen de Batista, pero sus recursos y demandas fueron desoídos por el poder judicial y la clase política. Ante ello, entre los estudiantes y otros sectores, las posturas se empezaron a radicalizar, planteándose que la lucha por las vías del derecho estaba cerrada. Era la hora de la acción. La hora de tomar las armas.

La hora de las armas

Desde su exilio en México y en Estados Unidos, el derrocado presidente Carlos Prío Socarrás hacía intentos por promover acciones contra Batista. Entre tanto, los jóvenes agrupados en la llamada Generación del Centenario de Martí (por José Martí, intelectual y héroe de la independencia cubana), asumieron la decisión de enfrentar la dictadura por la vía militar. En este grupo figuraba Fidel Castro.

En 1953, este grupo de “martianos” decide realizar una acción armada de alto impacto: atacar la segunda guarnición más importante del país, el cuartel Moncada, sede del Regimiento No.1 Maceo. Tal acción, de resultar exitosa, debía conducir a una insurrección popular, tras neutralizar a los soldados y apoderarse de las armas allí almacenadas, que le serían repartidas al pueblo para derrocar al gobierno.

De no resultar exitoso el plan, se dirigirían hacia la Sierra Maestra para iniciar desde allí una guerra irregular.

Obtuvieron financiamiento de parte de empresarios opuestos al régimen de Batista y lograron abastecerse con unas 165 armas, sobre todo rifles calibre .22 y escopetas de caza de venta libre, 17 vehículos y uniformes militares.

Los entrenamientos se realizaron en centros deportivos de la Universidad de La Habana, el Club de Cazadores del Cerro y zonas rurales a las afueras de la capital. Como sitio de concentración, alquilaron una finca cerca de Santiago de Cuba llamada Siboney, en la cual simularon estar instalando un criadero de pollos. Los conjurados sumaban alrededor de 150. La mayoría eran menores de 30 años.

El asalto

El asalto se inició a las 5:15 de la madrugada del 26 de julio de 1953, que era domingo.

La experiencia de la guerra de independencia con España a finales del siglo XIX mostraba que el control de la ciudad de Santiago permitiría mantener con pocas fuerzas una zona liberada al este de la isla.

El grupo de vanguardia logró tomar el puesto de guardia, pero uno de los vigilantes consiguió activar la alarma. Cuando Fidel Castro se acercaba, se topó en la entrada del cuartel con una patrulla móvil que nadie había previsto y se produjo un intercambio de disparos.

Perdido el factor sorpresa y superados abrumadoramente en número (de su planta total de 1600 debían estar presentes ese día unos 500 soldados), Fidel Castro ordenó la retirada. La orden era replegarse a la granja Siboney mientras un grupo de contención cubría el escape, pero la mayoría se desbandó y casi todos fueron apresados.

El saldo de la asonada fue de tres oficiales y 17 soldados muertos y dos asaltantes muertos y un herido.

Fidel había huido con un puñado de colaboradores hacia la Sierra Maestra, tal como se había planeado, pero una patrulla del ejército los encontró dormidos en un campamento en el camino y los detuvo.

En los días siguientes, el régimen desató una feroz represión que significó el cierre de medios de comunicación, arrestos indiscriminados, torturas y ejecuciones extrajudiciales. Los actos, que incluyeron la vejación de todos los enfermos que estaban en las salas de urgencia mientras los militares buscaban a un asaltante supuestamente herido, generaron una ola de indignación y repudio generalizado en la sociedad cubana contra el régimen de Batista.

Varios de los asaltantes lograron salir al exilio. Otro grupo, entre el que estaba Fidel Castro, enfrentó la justicia.

El juicio

El 16 de octubre de ese año se inició el juicio a los asaltantes del Moncada. Fue durante ese proceso en el que Castro pronunció su famosa frase durante su conocido alegato de descargo: “Condenadme, no importa. La historia me absolverá”.

Castro fue condenado a 15 años de prisión en la isla de Pinos. En abril de 1955, Batista se sentía seguro en su posición y ante la incomodidad que le generaba mantener a Castro en prisión, decidió permitirle a él y a otro grupo de presos políticos salir libres hacia el exilio.

Castro viajó inicialmente a Estados Unidos y después se dirigió México. Allí prepararía su regreso y esta vez lograría su propósito.


Referencias:

“Pardo Rueda, Rafael (2014). Entre Dos Poderes, De cómo la Guerra Fría moldeó América Latina”. Taurus, Bogotá.

 

 

 

 

 

 

 

 

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario