El 15 de agosto de 1519 se fundó la primera ciudad europea sobre el litoral Pacífico americano y una de las más antiguas aún existentes de todo el continente. Su acta fundacional se ha extraviado pero los testimonios dan fe de que Pedrarias Dávila cumplió con la formalidad encargada por la corona española de establecer una base firme sobre la Mar del Sur para explorar la orilla desconocida hasta entonces del nuevo continente y más allá.
Una ciudad sobre el Pacífico
Aristides Cajar Páez
En 1513, a Pedro Arias de Ávila (Pedrarias), un militar castellano de cuna noble, le fue encargado por la corona española viajar al Nuevo Mundo a fundar ciudades. “Una de las primeras cosas en que habéis mucho de mirar es en los asientos o lugares que allá se obieren de asentar”, rezaba un fragmento de las instrucciones que se le dieron. Venía investido de todos los poderes reales para fundar ciudades y establecer una base segura y bien provista para iniciar la exploración y conquista de la orilla de llamado entonces Mar del Sur, hoy océano Pacífico.
Instrucciones precisas
Tal como lo relata el historiador panameño Carlos Manuel
Gasteazoro, en las indicaciones precisas que recibió Pedrarias, se le recomendaba
buscar “tierras con buenas aguas o de buenos aires e cerca de montes de buena
tierra de labranza e de estas cosas las más que pudiese tener”.
En la recopilación de Leyes de Indias de 1680 se resumía este
primer requisito advirtiendo “que tengan los pobladores consideración y
advertencia a que el terreno sea saludable, reconociendo si se conservan en el
él hombres de mucha edad, y mozos de buena complexión, disposición y color; si
los animales y ganados son sanos y de competente tamaño, y los frutos y mantenimientos
buenos y abundantes, y de tierra a propósito para sembrar y coger”.
El sitio escogido para la fundación de Panamá no cumplía con
los requisitos exigidos por la legislación real, pero el Gobernador Pedrarias
tenía otros problemas más apremiantes que considerar.
La ciudad de Santa María la Antigua del Darién dejaba de
cumplir su función vital, Ahora era la vastedad promisoria del Pacífico, todavía
inexplorado. Panamá nacía justamente como centro de expansión en el Pacífico y
Nombre de Dios como punto de contacto entre la metrópoli y sus posesiones en la
Tierra Firme.
Si bien era cierto que
el sitio era pantanoso y pestilente, como lo había descrito el cronista Gonzalo
Fernández de Oviedo, lo era mucho menos que Santa María, y el Gobernador
Pedrarias tenía la imperiosa necesidad de cumplir con el mandato real de fundar
poblaciones terminales. Este empeño fue
el que estuvo detrás de las fundaciones de Nombre de Dios y Panamá y el camino
que las unía. Este proyecto habría convertido a Pedrarias en el auténtico
precursor de la ruta interoceánica.
Acta desaparecida
El acta de fundación de la ciudad, del 15 de agosto de 1519,
se encuentra perdida hasta el día de hoy. No hay una prueba documental que
especifique la repartición de las estancias y solares, o cómo fueron elegidas
sus primeras autoridades. Versiones de segunda mano han permitido conocer
algunos nombres de los cuatrocientos primeros vecinos.
Según el adelantado Pascual de Andagoya, quien fuera testigo presencial
de los hechos, Pedrarias repartió la tierra entre los presentes, “dejando
cierta parte de la provincia de Cueva para los vecinos de Acla”. Los
repartimientos de indios se hicieron de “90 al que más y 50 y a 40”.
Gasteazoro explica que la fundación de la ciudad, iba
revestida de un “rico ceremonial”, que “indudablemente Pedrarias se encargó de
engalanar con todo el boato cortesano que daba a sus actos burocráticos. Buena
muestra de ello son las actas de toma de posesión del Mar del -sur, de la Isla
de las Flores y de la fundación de Natá en 1522”.
Cuenta también que una vez escogido el sitio de la ciudad, se
procedía “con el Consejo de los Oficiales Reales y de los religiosos que
acompañaban la expedición a las diversas ceremonias que daban nacimiento a la
ciudad”. Por medio de un pregón se convocaba a los soldados que quisieran
inscribirse como vecinos. Se necesitaban un mínimo de treinta, sin embargo, el
número no era siempre uniforme.
Una vez inscrito el número de vecinos, se trazaba el plano de
la ciudad y se señalaban las manzanas y calles y dentro de aquellas, los
solares que se habían de repartir entre los vecinos. El primer solar que
Pedrarias escogió fue el de la Iglesia, donde siguiendo la costumbre de la
época, se clavó una cruz de madera.
Frente a la iglesia debía ubicarse el cuadrilátero de la
Plaza Mayor, la cual estaba destinada a ser el corazón de la ciudad. Esta se dividía “como un tablero de ajedrés”, dando
así orden y armonía. “Porque en los lugares que de nuevo de facen, dando la
orden en el comienzo , sin ningún ni costa quedan ordenados, y los otros jamás
de ordenan”, decían las sabias instrucciones de 1513.
Después de los solares, explica Gasteazoro, venían los ejidos
que eran las tierras libres que se dejaban en las inmediaciones del poblado “para
recreo y expansión de los pobladores”. Por último estaban las tierras de
labranza y cultivo que se repartían a los vecinos.
Ciudad de tránsito
Según el historiador, el destino de la ciudad de Panamá
cambió al poco tiempo de haber nacido. Pasó de ser una base de exploración y
fundación a ser una ciudad de tránsito, al hacerse realidad la leyenda aurífera
del Perú. “Están todos movidos para pasarse al Perú excepto los que piensan
vivir de mercaduría y contratación”, diría el Licenciado Gaspar de Espinosa, a
manera de reflejar el sentir del momento, y Pedro Cieza de León dirá, sobre el
carácter comercial de la nueva urbe que “el trato es tan grande que casi se
puede comparar con la ciudad de Venecia”.
Pero ante el atractivo del mar y la superficialidad del
tránsito”, señala Gasteazoro, “guardó siempre muestra ciudad el sello que le
dio Pedrarias al unir en la plaza la Iglesia con la residencia del gobernador y
la casa del Cabildo. Tres instituciones representativas de la vida española: la
religión, el Rey y el pueblo”.
Fuente:
Gasteazoro,
Carlos Manuel. “Mudanza, traslado y reconstrucción de la Ciudad de Panamá en
1673, Conferencia dictada en la Universidad Nacional el 13 de agosto de 1954
por el H.C. Luis E. García de Paredes”. Prólogo. Patronato Panamá Viejo.
Panamá, agosto de 2000.
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