En 1914, la inauguración del Canal de Panamá parecía ser el acontecimiento del año, tal vez del siglo: la culminación de la más grande obra de ingeniería de la época que por fin unía a los dos mayores océanos del mundo, el Atlántico y el Pacífico. Era el orgullo de la nueva potencia mundial, Estados Unidos. Pero el destino dañó la fiesta: estalló la Primera Guerra Mundial y la hazaña de la construcción del Canal quedó relegada como un remanente de otro tiempo.
La fiesta a la que nadie vino
Aristides Cajar Páez
Era el año de 1914. En Washington y en San Francisco se hacían
preparativos para celebrar a lo grande la inauguración del Canal de Panamá. La
idea era que aquella celebración superara las ceremonias inaugurales del Canal
del Suez, en 1869.
La obra de ingeniería más ambiciosa de su tiempo, la que
había por fin unido los océanos Atlántico y Pacífico, sueño de siglos, estaba
terminada. Había costado 352 millones de dólares de entonces. Era la más
costosa realizada hasta entonces en la historia de Estados Unidos. No solo en
dinero. El costo en vidas humanas había sido de 5 mil 609 individuos. De estas,
al menos 4 mil 500 habrían correspondido a trabajadores negros.
Los norteamericanos querían reunir a más de un centenar de
barcos de guerra -“ la flota
internacional más grande” -Frente a Hampton Roads el día de Año Nuevo de 1915 para que llegaran a San
Francisco por la ruta de Panamá, según relata el escritor y periodista David
McCullough.
En San Francisco, la inmensa flota de guerra arribaría para
la inauguración de la Exposición Internacional de Panamá-Pacífico, una
gigantesca feria mundial organizada para celebrar la apertura del canal. Se
calculaba que la flota tardaría cuatro días en cruzar el canal.
Los escolares de Oregón, dice McCullough, escribieron al
presidente Wilson para pedirle que el viejo acorazado Oregón navegara al frente
de la flotilla durante el cruce del canal. La prensa estadounidense y el Departamento
de Marina de Estados Unidos hicieron suya la idea. El oficial que había estado
al mando del buque cuando hizo su viaje rodeando el Estrecho de Magallanes en 1888,
el almirante Charles Clark, que ya estaba retirado y tenía más de setenta
años, declaró que se sentía con la fuerza y la capacidad necesaria para
capitanear de nuevo el Oregón y que le complacería tener como huésped de honor
al presidente Wilson.
Pero nunca hubo tales celebraciones.
Un inicio de ausencias
El primer barco transatlántico que cruzó el canal fue el
carguero Cristóbal, una nave de la Compañía del Ferrocarril, el 3 de agosto de
1914. Desde un año atrás, otras naves menores, como parte de los trabajos de
construcción, habían cruzado la vía de océano a océano, de manera casi secreta,
en medio del mayor desdén e indiferencia.
El 15 de agosto “la
gran inauguración” fue realizada casi de forma rutinaria por el vapor Ancón,
cuenta McCullough. No había personajes de fama mundial en su proa. El ingeniero
en jefe de la obra del Canal, el Coronel George Washington Goethals, quien
permaneció como gobernador de la Zona del Canal después de la inauguración de
la vía, observó de nuevo ese día el paso del barco desde tierra, viajando de un
punto a otro en ferrocarril.
El único aspecto impresionante del acontecimiento fue “la facilidad y el orden con que todo funcionaba”, de acuerdo a la versión de uno de los pasajeros del Ancón. Según el relato de McCullough, el barco seguía su camino con tanta tranquilidad, que un observador ajeno que llegara a la escena de pronto “habría pensado que el canal había funcionado desde siempre y que el Ancón se limitaba a efectuar lo que otros miles de barcos habían hecho antes que él”.
La sombra de la guerra
En San Francisco, entre tanto, la Gran Exposición se realizó tal
como se había programado, pero todas las grandes fiestas relacionadas con el
canal fueron suspendidas.
Las nubes de tormenta que se habían acumulado sobre Europa
desde junio de 1914, dice Mc Cullough, descargaron “su furiosa tempestad” el 3
de agosto, “el mismo día que el Cristóbal hacía su tránsito de un océano al
otro por la ruta del canal”.
Al atardecer de ese día, el primer ministro francés, Viviani,
recibió una llamada telefónica del embajador de Estados Unidos, quien, “con la
voz entrecortada por las lágrimas”, le comunicó que los alemanes declararían la
guerra a Francia “en cualquier momento”. Fue exactamente lo que sucedió en
aquella fecha fatídica .
En Europa y en Estados Unidos, las noticias sobre la guerra mundial las
llenaron las páginas de los periódicos. Nadie pensaba ya en otra cosa. Como
anota McCullough, el viaje del Cristóbal, el cruce del Ancón del atlántico al
Pacífico el día 15 de agosto, la declaración oficial de que el Canal había
quedado abierto a los barcos del mundo, fueron noticias que quedaron sepultadas
en las últimas páginas de los diarios.
Es cierto que se escribieron algunos editoriales celebrando
la victoria de los constructores del canal; pero el interés popular sobre el
asunto ya había pasado. Un nuevo esfuerzo heroico reclamaba la atención del
mundo. Como bien dice McCullough, de buenas a primeras, el triunfo del Canal de
Panamá pertenecía a otra era.
Fuente:
McCullough, D. (1977). El cruce entre dos mares: La creación
del canal de Panamá. Nueva York: Simon And Shuster.
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