Hitler lanzó una ofensiva hacia el frente oriental el 1941, resuelto a aniquilar a la Unión Soviética. Sin embargo, sus ejércitos se estrellaron contra una muralla de resistencia sin par y el ‘General Invierno’. El contraataque soviético no pararía hasta tomar Berlín y hacer ondear la bandera de la hoz y el martillo sobre el Reichstag, el 2 de mayo de 1945
Un día de victoria
Aristides
Cajar Páez
Es probable
que Adolf Hitler jamás hubiese imaginado un escenario peor para el final de su
régimen que verse rodeado por los cuatro costados por tropas de la Unión
Soviética marchando triunfantes sobre Berlín.
Sin embargo,
ese exactamente fue el panorama de aquel 2 de mayo de 1945
cuando las avanzadas de la URSS lograron la rendición de las últimas
resistencias alemanas en la capital del Tercer Reich.
¿Cómo pudo
pasar? El triunfalismo, errores de cálculo, confianza excesiva y la arrogancia
en el convencimiento de la superioridad incuestionable de las fuerzas de
Alemania bajo la ideología nazi, tuvieron mucho que ver.
El
principio del fin
Confiando en
una rápida victoria en el frente oriental, Hitler se lanzó a la conquista de la
Unión Soviética, haciendo trizas las prevenciones y los acuerdos que Stalin
había intentado establecer con los alemanes en vísperas de la guerra, a fin de
evitar una invasión.
Prefigurada
ya en las paginas de “Mi lucha”, Hitler no había renunciado a su idea de
expandirse hacia el este y aplastar a los soviéticos. Deterioradas las
relaciones con Moscú, decidió lanzar en el verano de 1941 la llamada ‘Operación
Barbarroja’. Esta maniobra implicó la movilización de unos tres millones de
hombres en tres direcciones: Leningrado en el norte, Moscú, en el centro, y
Ucrania en el sur.
Aunque los
alemanes tuvieron un relativo éxito inicial con la conquista de Ucrania, Moscú
y Leningrado resultaron objetivos imposibles de rendir.
Stalin no se
esperaba una arremetida alemana de estas dimensiones, por lo cual la Unión
Soviética no estaba preparada para una invasión.
Siguiendo
una táctica de “tierra arrasada”, los soviéticos se replegaron hacia el este,
mientras iban destruyendo todo lo que había a su paso, a fin de no dejar nada,
ni alimentos ni refugios para las tropas invasoras.
Los alemanes
pensaron que esta retirada confirmaba el éxito de su operación, pero se
equivocaban. Cada vez más se iban encontrando con una resistencia encarnizada.
La gente común les negaba apoyo y en cambio les resistía hasta su último
aliento, tropas hambrientas y desarrapadas los emboscaban en los lugares menos
pensados, ejércitos de hombres esqueléticos, que parecían muertos vivientes e
impresionaron a los nazis, se lanzaban suicidas hacia las formaciones alemanas
con cualquier cosa que tuvieran a la mano.
El avance
alemán se iba retrasando y la victoria pensada para unos meses se prolongaba,
avecinándose el crudo invierno, particularmente severo en los territorios de la
URSS. Los alemanes no estaban preparados para esa eventualidad y Berlín se negó
tercamente a atender los pedidos de ayuda de las tropas en terreno.
El
contraataque soviético no tardó en llegar, con la batalla de Stalingrado en
1943 como uno de los eventos más épicos de esa contienda. La situación empezó a
revertirse a partir de ese momento. Los alemanes se retiraban, huían de aquel
infierno gélido perseguidos por innumerables efectivos y tanques soviéticos.
La invasión
alemana a la URSS y la resistencia de sus tropas hicieron que los británicos,
que se habían quedado solos en el frente occidental, pidieran ayuda a Estados
Unidos para así forjar una alianza capaz de derrotar definitivamente a los
nazis.
Así se llegó
a 1945, con una Alemania prácticamente ocupada y con Hitler y su Estado Mayor
resistiendo en su bunker en Berlín.
Cuando la
derrota de los alemanes parecía inminente e inevitable, Hitler, reacio a
rendirse, decidió suicidarse el 30 de abril. El 2 de mayo las tropas soviéticas
entraban a la ciudad. Una semana más tarde se acordaba la rendición definitiva
de los alemanes. El águila nazi finalmente había caído.
Los
soviéticos celebraron el Día de la Victoria con grandes desfiles militares para
conmemorar su triunfo sobre las huestes de Hitler, en ocasiones y años
específicos, hasta la década de 1990, cuando, después de la desintegración de
la Unión Soviética, el entonces presidente de la Federación Rusa, Boris
Yeltsin, decidió conmemorarlo todos los años.
Durante la
era de Vladimir Putin, el desfile ha cobrado un especial significado, como una
demostración de un poderío militar renacido y desafiante, con miras a garantizar
un espacio relevante para Rusia en el contexto geopolítico mundial del siglo
XXI.
En el año
2023, la conmemoración está marcada por la invasión rusa a Ucrania.
Referencias:
Béjar,
María Dolores Historia del siglo XX: Europa, América, Asia, África y Oceanía.1ª
ed.Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2015. (Biblioteca básica de historia
// Dirigida por Luis Alberto Romero).
Hobsbawn,
E. Historia del siglo XX. 1994: E. J. Hobsbawm © 1998 de la traducción castellana para España y
América: CRÍTICA (Grijalbo Mondadori, S.A.), Av. Belgrano 1256, (1093) Buenos
Aires – Argentina.
Fazio
Vcngoa, Hugo Antonio, 1956- Rusia en el largo Siglo XX : entre la modernización
y la globalización / Hugo Fazio Vengoa. - Bogotá : Universidad de los Andes,
Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia, CESO, Ediciones
Uniandes, c2005.
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