Los máximos exponentes de la lengua española e inglesa respectivamente, vivieron vidas intensas y a veces brumosas en donde su legado se confunde con la leyenda. Guerras, prisiones, contradicciones, extrañas coincidencias y obras que desnudan profundamente la condición humana, componen el abigarrado mosaico de su existencia.
Dos hombres misteriosos
Aristides Cajar Páez
Murieron el mismo día, en la misma fecha, pero no tuvieron
noticia el uno del otro. Habitaban mundos distintos pero paralelos. Uno era
hijo de un carnicero y aprendió a destazar reses antes de publicar versos o
comedias. El otro, hijo de un cirujano de la baja nobleza, se batió en batalla
y hubo de pasar varias temporadas en cautiverio antes de que su primera y
definitiva novela viera la luz. Miguel de Cervantes Saavedra, español y William
Shakespeare, inglés, son los máximos representantes de su lengua, cada uno con
obras inmortales como “El Quijote” o “Hamlet”. Ambos tuvieron vidas personales
desdichadas, a ambos los cubren brumas de incertidumbre acerca de su verdadera
historia, hay dudas sobre sus biografías e identidades verdaderas. Ambos fueron
genios. Ambos son inmortales.
Las batallas de Cervantes
Cervantes nació en Alcalá de Henares, probablemente el 29 de
septiembre de 1547, día del Arcángel San Miguel, razón por la que lleva su
nombre. Su padre Rodrigo de Cervantes era cirujano, un oficio modesto dada su
condición de hidalgo de bajo rango.
Existe en su biografía una niebla sobre los primeros veinte
años de su vida. En 1551 la familia debió salir de Alcalá y habría seguido al
padre en varias ciudades debido a los compromisos de su oficio.
Córdoba, Sevilla, Valladolid, serían algunos de los lugares
donde habría vivido y crecido durante aquellos inciertos años. Miguel de
Cervantes habría estudiado en un colegio jesuita en Sevilla y tal vez en las
aulas de la universidad de Salamanca. Se sabe que recibió formación con
maestros particulares.
Andariego, explorador de ciudades y de la vida en ellas,
habría absorbido la vida y costumbres de la época, estampas que luego recrearía
en sus obras literarias. No se sabe la razón exacta, pero Cervantes viajó a los
veinte años a Italia. Quizás fue su espíritu curioso y aventurero, ávido de
conocimientos y experiencias. Aunque también se especula de que tuvo problemas
con la ley, pues existe una orden de prisión de la época contra un “Miguel de
Cervantes”.
La aventura italiana
Se fue a Italia en el año de 1569 y allí estuvo al servicio
del Cardenal Aquaviva. Más tarde se alistaría en el ejército. Es en esta época
donde ocurre la famosa batalla de Lepanto (1571), contra los turcos, en donde,
luchando a órdenes de Juan de Austria resulta con heridas, una de ellas en su
mano izquierda. Ese lance de guerra le ganaría un apodo equívoco: “el manco de
Lepanto”, pues en realidad no perdió la mano en aquella batalla, aunque sí
debió cargar las secuelas de la lesión por el resto de su vida. Tan cierto es que
no quedó lisiado, que, tras recuperarse tomo parte en las campañas contra Túnez
y La Goleta.
Embarcado de vuelta a España junto con su hermano Rodrigo,
iba con la ilusión de la recompensa por los servicios prestados. Sin embargo,
en otro giro del destino, su navío fue capturado por piratas y Cervantes fue
hecho prisionero.
Pasaría cinco años cautivo en Argel antes de que fuera
rescatado por unos frailes y pudiera regresar a su patria.
Esa década larga que estuvo ausente de su país fue rica en
vivencias y aventuras, pero también en cultura y libros. Cervantes bebió del
espíritu renacentista italiano y su literatura, que llegaría luego a estar
presente en su obra.
Retorno y pobreza
En 1580 retorna a España, pero no encuentra la recompensa a
sus batallas ni penurias. Va a deambular por Madrid y Portugal, errando sin
encontrar un lugar donde establecerse. Es en estas trashumancias donde se hace
escritor. Intenta en el teatro, en procura de alguna popularidad que le
garantice rédito económico. No parece que vaya a funcionar.
Tuvo una hija natural, Isabel de Saavedra, antes de casarse
con Catalina de Salazar en 1584. Se muda a La Mancha, a la tierra de su mujer,
lugar que luego quedaría retratado en su más famosa novela.
La pobreza no lo abandona y apenas tiene empleos humildes
donde gana lo justo. Va a vivir unos diez años en Sevilla, pero viaja mucho por
los pueblos de Andalucía tratando de ganarse la vida como pueda.
En 1597 lo envían a la cárcel en Sevilla, debido a la
quiebra de un banquero con el cual Cervantes había depositado dineros públicos.
Ya había previamente intentado hacer la América, pero sin éxito. De nuevo
estará preso en 1602 en Sevilla. Tras ese amargo presidio se irá para
Valladolid en 1604.
Consagración y fin
Entre tantos vaivenes ya ha tenido tiempo de completar “El
Quijote”, su obra máxima, publicada en 1605, la cual conoce el éxito de
inmediato. Pero la popularidad no le trajo la prosperidad económica que
esperaba y más bien generó algunas envidias entre los escritores de entonces.
Andando el tiempo se establece en Madrid. Poco a poco, la
situación de Cervantes se estabiliza, lo que le permite continuar publicando.
Así, aparecen las “Novelas ejemplares” (1613), la segunda parte de “El Quijote”
(1615) y termina “Persiles y Segismunda”, la cual no llegará a ver publicada en
vida, pues sale a la luz de manera póstuma en 1617.
El 23 de abril de 1616 Cervantes fallece en Madrid. Tal vez
no lo supo, pero ya había alcanzado la inmortalidad.
El drama de Shakespeare
William Shakespeare nació el 23 de abril de 1564 nació
Stanford on Avon. Era hijo de Mary Arden y de John Shakespeare, quien era un
pequeño comerciante. Tenía tres hermanos, y como ellos, asistió a la escuela
municipal, donde se destacó sobre todo en Gramática y latín.
No hay claridad sobre esta etapa de su vida, pero se sabe
que la familia afrontó penurias económicas que alejaron a William de sus
aficiones culturales y que debió ayudar a su padre en el negocio de la
carnicería. Se dice que a los 15 años ya había logrado una gran habilidad para
destazar reses.
Sobre la correcta grafía de su nombre también hay
discrepancia. Los lingüistas han debatido sobre la forma correcta de su
apellido, puesto que Shakspere, Shakespere, Shakespear y Shakespeare serían
todas formas correctas de una voz que inicialmente habría significado algo así
como “agita-lanza” o “lanza sacudida”, lo cual estaría reflejado en el escudo
de armas de la familia.
Y así, entre sangre, vísceras y cuchillos habrían nacido los
primeros poemas de este oscuro joven que no sospechaba aún lo que el destino le
deparaba.
A los 18 años se casaría con una chica de pueblo que le
llevaba casi una década, Ana Hathaway, y a la que había conocido durante una
borrachera en medio de apasionadas lecturas a voz en cuello de los autores
clásicos.
Por supuesto, ese matrimonio no le ayudó a mejorar su
situación. Muy joven tuvo tres hijos con su esposa, dos niñas y un varón, pero
pronto se sentiría agobiado por la vida familiar y la imposibilidad de poderles
proveer adecuadamente y, además, aburrido por la diferencia de edad de su
mujer.
El descubrimiento del teatro
Desempeñó diversos oficios, fue maestro de escuela, escribiente,
cazador furtivo, oficio este que le habría llevado a tener problemas con la
justicia, por lo cual terminó en Londres, huyendo de largo brazo de la ley.
Allí se dedicó a cuidar caballos cuyos dueños dejaban a la entrada de los
teatros. Ese oficio terminaría por descubrirle un mundo que lo cambiaría para
siempre.
Sin abandonar el ambiente de los teatros, se convirtió en
carpintero y en alguna ocasión empezó a tener algún papel fugaz como extra en
aquellas paródicas obras de aquel tiempo que buscaban sobre todo divertir a la
puritana sociedad inglesa de la época.
Poco a poco Shakespeare se fue introduciendo en el mundo del
teatro y empezó a actuar, labrándose una fama notable como intérprete. Habiendo
empezado desde lo más bajo en el Black Friars, uno de los teatros más
concurridos de ese entonces, se destacó después entre los locales más elegantes
como The Globe.
Así mismo se convirtió en director de compañías teatrales y
empezó a adaptar obras para su repertorio escénico.
Las obras
La primera obra original escrita por Shakespeare, al margen
de su producción poética de entonces, fue “Love’s labour lost” en 1591. Le
seguirían “Comedy of errors” y “Two gentlemen of Verona”.
Apenas un año más tarde, en 1592, escribiría una de sus
obras más famosas y que le depararía fama universal: “Romeo y Julieta”, su
primera tragedia. A esta le seguiría la aclamada “Ricardo III”.
A los 30 años de edad, Shakespeare alcanzaría la plenitud de
su obra con “El mercader de Venecia”. No hay certeza del año exacto en el que
se escribió, si fue en 1594 o 1595. En
esta última fecha habría escrito “Sueño de una noche de verano”, otra de sus
grandes creaciones. Y en 1596, escribe “La fierecilla domada”.
En ese año resuelve regresar a su pueblo natal para pagar
las deudas de su familia y comprar la mejor casa disponible, con suficiente
terreno para sembrar un amplio huerto. Siguiendo con la línea de sus obras
inspiradas en personajes históricos, escribe por aquella época “Enrique IV”.
Sin detener la prolífica producción de su pluma, habrá que
esperar a 1601 para que vea la luz la que quizás sea su obra más famosa:
“Hamlet, príncipe de Dinamarca”. En 1604 llegaría “Otelo, el moro de Venecia”.
Un año más tarde, en 1605, aparece “El rey Lear”. Y al
siguiente “Macbeth”, obra que algunos críticos han llamado “la tragedia por
excelencia”. Shakespeare no se detiene. Su pluma sigue produciendo, imparable.
Así llegamos a 1611, con “La tempestad”, donde resalta su condición de poeta.
En 1597 se produjo la muerte de Hannet, el hijo varón de Shakespeare
y Ana Hathaway. Su padre, John Shakespeare, fallecerá en 1601. En 1603, muere
la gran protectora del dramaturgo, la reina Isabel.
Acto final
Se sabe que tubo muchas aventuras amorosas y que incluso
tuvo un hijo con la propietaria de una hospedería, el cual también tuvo por
nombre William.
Luego de que sus hijas se casaran, en el año de 1616, se
retiró, cansado y enfermo, a su pueblo de Stanford-on-Avon. El 25 de marzo hizo
su testamento y el 23 de abril, 52 años después del día exacto de su
nacimiento, moriría, habiendo cambiado para siempre la literatura inglesa.
Referencias:
Del Río, Ángel (1996), Curso de literatura española. Volumen
¡. Ediciones B. Barcelona, España.
Shakespeare, William. Hamlet y Macbeth. Prólogo y notas de
Juan Alarcón Benito. Colección Clásicos de Siempre, Ediciones Fraile. 1995.
Madrid, España.
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