jueves, 30 de marzo de 2023

América / La 'Doctrina Monroe'




En 1823, el quinto presidente de Estados Unidos, James Monroe definió una postura en la que su país se autoproclamaba como “líder y garante de la independencia de las naciones americanas”, siempre de acuerdo a su intereses. En contraposición, Simón Bolivar propuso por las mismas fechas la creación de una Liga Anfictiónica entre las incipientes naciones hispanoamericanas, con su capital en Panamá o Quito. La idea nunca prosperó.


(Arriba: retrato del presidente estadounidense James Monroe1(817-1825)..

América para los americanos, pero ¿cuáles?


Aristides Cajar Páez

  “América para los americanos”. La frase nos remite casi automáticamente a la idea imperialista que ha definido a Estados Unidos durante al menos los últimos 200 años en su relación con las naciones del resto del continente. Es lo primero que viene a nuestra mente cuando hablamos de la llamada “Doctrina Monroe”

   Sin embargo, no solemos reflexionar si este dicho se ajusta realmente a alguna sentencia textual de James Monroe, quinto presidente de Estados Unidos (1817-1825) o es más bien una síntesis de su pensamiento sobre el papel que debería jugar la unión norteamericana tras el fin de la etapa colonial en las américas.

   También resulta interesante constatar que durante la misma época, el libertador Simón Bolivar se planteaba de igual manera cómo organizar a las nacientes repúblicas hispanoamericanas para garantizarles una duradera independencia, progreso, bienestar y paz, sin la amenaza de otras potencias extranjeras.

La doctrina Monroe

   El 2 de diciembre de 1823, el presidente Monroe explicó en un mensaje algunos pormenores de las negociaciones que Estados Unidos mantuvo con la Rusia zarista sobre “derechos e intereses” de los dos países en la costa noroeste del continente americano.

  Según el mensaje, las negociaciones ‘cordiales’ llevadas a cabo entre los dos gobiernos, sirvieron a Estados Unidos para definir y enmarcar en adelante cómo entenderían las relaciones entre el nuevo y el viejo mundo y el papel que jugaría Estados Unidos.

   Es de notar que para entonces prácticamente la mayoría de los territorios hispanoamericanos que habían estado bajo el yugo del imperio español, habían alcanzado su independencia, incluso Panamá, que se había proclamado independiente a finales de 1821, uniéndose inmediatamente a Colombia.

   Monroe planteaba en su mensaje que “Debemos, por lo tanto, a la sinceridad y a las amistosas relaciones que existen entre Estados Unidos y estas potencias (europeas) declarar que consideramos cualquier tentativa por su parte de extender su sistema a lugar alguno de este hemisferio, peligrosa para nuestra paz y seguridad”.

  Y aunque señala que no se inmiscuyen en las colonias europeas existentes en América en ese momento, sí verían una actuación “inamistosa” de esas potencias si trataran de intervenir “para oprimirlas”, a cualquiera de las naciones que para entonces ya eran independientes y habían sido reconocidas por el gobierno del Norte.

   También dice allí que  se reconocerá a cualquier gobierno de facto en el continente como “legítimo”,  y que considera “imposible” que  las ”potencias aliadas (Santa Alianza) extiendan su sistema político  a parte alguna de cualquiera de los dos continentes sin poner en peligro nuestra paz y felicidad; ni puede nadie creer que nuestros hermanos del sur, si se les dejara obrar por su cuenta, lo adoptarían espontáneamente”. Monroe también plantea que sería “imposible” para Estados Unidos observar cualquier tipo de intervención externa en el hemisferio con “indiferencia”.

  Si bien la frase “América para los americanos” no aparece de forma explícita en ninguna parte del texto, es una idea que se infiere por el tono y la forma del escrito y de la que derivan ideas como el interés primordial de Estados Unidos en su seguridad nacional, una mirada paternalista respecto al resto de América, su aislacionismo respecto de Europa y otras partes del mundo,y en suma, una visión en la que Estados Unidos se autoproclama como líder y garante de la independencia de las naciones americanas, siempre de acuerdo a su intereses.

 


Simón Bolívar.

La liga Anfictiónica de Bolívar

  Entre tanto Simón Bolívar, que ha reiterado una y otra vez su fe en un destino grandioso para las naciones del sur del continente, también esboza una serie de principios en los que pueden hallarse algunas coincidencias y muchas divergencias con los de Monroe.

  En primer lugar, Bolívar piensa en una solución que supere las diferencias nacionales entre los diferentes territorios que componen las antiguas colonias españolas en América, poniendo como norte la unidad.

  En ese sentido, propone la creación de una “liga hispanoamericana” o “Anfictiónica” y baraja la posibilidad de que su sede sea Panamá. Posteriormente Quito o Guayaquil serían candidatas también este honor.  

   Lo que el libertador busca en un primer momento es crear una unión fuerte que pueda hacer frente a las asechanzas de las viejas potencias europeas que deseen reconquistar los territorios perdidos u otras que quieran hacer los suyos a expensas de la debilidad de los estados recién nacidos.

   En este punto podrían encontrarse algunas semejanzas con los postulados de Monroe, acerca de que este lado del mundo es y debe mantenerse como una entidad aparte, dueño de si mismo y su destino.

  Sin embargo, en sus principios Bolívar ha descartado de salida la supremacía de una nación sobre otras o que alguna se arrogue la potestad de salvaguardar o proteger a las demás. Lo que propone en cambio bebe de raíces clásicas europeas, como las antiguas ligas que existieron en el ámbito del mar Egeo, como las ligas de Delos o de Corinto, que eran más bien federaciones supranacionales o alianzas que creaban un espacio y una defensa común de seguridad e intereses.

  De hecho, es el ejemplo de Corinto el que utiliza Bolívar cuando propone a Panamá para que se  la sede de tal federación de naciones hispanoamericanas en su famosa Carta de Jamaica.

  La unidad de la cultura y la lengua también resaltan en la idea de Bolívar que tácitamente descarta incluir en tal alianza a los países de América del Norte.

 Incluso propuso y definió el establecimiento de una fuerza militar supranacional que velara por la defensa de la liga, considerando un número de hasta cien mil soldados para defenderla. La cifra fue rebajada posteriormente a 20 mil.

  Por desgracia, la realidad se encargaría de hacer inviable esta propuesta bolivariana y las naciones hispanoamericanas terminaron desarrollándose como entidades separadas, desunidas, débiles y vulnerables  ante la claridad conceptual y la voluntad de dominio de los norteamericanos.


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