En 1823, el quinto presidente de Estados Unidos, James Monroe definió una postura en la que su país se autoproclamaba como “líder y garante de la independencia de las naciones americanas”, siempre de acuerdo a su intereses. En contraposición, Simón Bolivar propuso por las mismas fechas la creación de una Liga Anfictiónica entre las incipientes naciones hispanoamericanas, con su capital en Panamá o Quito. La idea nunca prosperó.
América para los americanos, pero ¿cuáles?
“América para los
americanos”. La frase nos remite casi automáticamente a la idea imperialista
que ha definido a Estados Unidos durante al menos los últimos 200 años en su
relación con las naciones del resto del continente. Es lo primero que viene a
nuestra mente cuando hablamos de la llamada “Doctrina Monroe”
Sin embargo, no
solemos reflexionar si este dicho se ajusta realmente a alguna sentencia
textual de James Monroe, quinto presidente de Estados Unidos (1817-1825) o es
más bien una síntesis de su pensamiento sobre el papel que debería jugar la
unión norteamericana tras el fin de la etapa colonial en las américas.
También resulta
interesante constatar que durante la misma época, el libertador Simón Bolivar se
planteaba de igual manera cómo organizar a las nacientes repúblicas
hispanoamericanas para garantizarles una duradera independencia, progreso,
bienestar y paz, sin la amenaza de otras potencias extranjeras.
La doctrina Monroe
El 2 de diciembre de
1823, el presidente Monroe explicó en un mensaje algunos pormenores de las
negociaciones que Estados Unidos mantuvo con la Rusia zarista sobre “derechos e
intereses” de los dos países en la costa noroeste del continente americano.
Según el mensaje, las
negociaciones ‘cordiales’ llevadas a cabo entre los dos gobiernos, sirvieron a
Estados Unidos para definir y enmarcar en adelante cómo entenderían las
relaciones entre el nuevo y el viejo mundo y el papel que jugaría Estados
Unidos.
Es de notar que para
entonces prácticamente la mayoría de los territorios hispanoamericanos que
habían estado bajo el yugo del imperio español, habían alcanzado su
independencia, incluso Panamá, que se había proclamado independiente a finales
de 1821, uniéndose inmediatamente a Colombia.
Monroe planteaba en
su mensaje que “Debemos, por lo tanto, a la sinceridad y a las amistosas
relaciones que existen entre Estados Unidos y estas potencias (europeas)
declarar que consideramos cualquier tentativa por su parte de extender su
sistema a lugar alguno de este hemisferio,
peligrosa para nuestra paz y seguridad”.
Y aunque señala que
no se inmiscuyen en las colonias europeas existentes en América en ese momento,
sí verían una actuación “inamistosa” de esas potencias si trataran de
intervenir “para oprimirlas”, a cualquiera de las naciones que para entonces ya
eran independientes y habían sido reconocidas por el gobierno del Norte.
También dice allí
que se reconocerá a cualquier gobierno
de facto en el continente como “legítimo”,
y que considera “imposible” que
las ”potencias aliadas (Santa Alianza) extiendan su sistema
político a parte alguna de cualquiera de
los dos continentes sin poner en peligro nuestra paz y felicidad; ni puede
nadie creer que nuestros hermanos del sur, si se les dejara obrar por su
cuenta, lo adoptarían espontáneamente”. Monroe también plantea que sería
“imposible” para Estados Unidos observar cualquier tipo de intervención externa
en el hemisferio con “indiferencia”.
Si bien la frase
“América para los americanos” no aparece de forma explícita en ninguna parte
del texto, es una idea que se infiere por el tono y la forma del escrito y de
la que derivan ideas como el interés primordial de Estados Unidos en su
seguridad nacional, una mirada paternalista respecto al resto de América, su
aislacionismo respecto de Europa y otras partes del mundo,y en suma, una visión
en la que Estados Unidos se autoproclama como líder y
garante de la independencia de las naciones americanas, siempre de acuerdo a su
intereses.
La liga Anfictiónica de
Bolívar
Entre tanto Simón
Bolívar, que ha reiterado una y otra vez su fe en un destino grandioso para las
naciones del sur del continente, también esboza una serie de principios en los
que pueden hallarse algunas coincidencias y muchas divergencias con los de
Monroe.
En primer lugar,
Bolívar piensa en una solución que supere las diferencias nacionales entre los
diferentes territorios que componen las antiguas colonias españolas en América,
poniendo como norte la unidad.
En ese sentido,
propone la creación de una “liga hispanoamericana” o “Anfictiónica” y baraja la
posibilidad de que su sede sea Panamá. Posteriormente Quito o Guayaquil serían
candidatas también este honor.
Lo que el libertador
busca en un primer momento es crear una unión fuerte que pueda hacer frente a
las asechanzas de las viejas potencias europeas que deseen reconquistar los
territorios perdidos u otras que quieran hacer los suyos a expensas de la
debilidad de los estados recién nacidos.
En este punto
podrían encontrarse algunas semejanzas con los postulados de Monroe, acerca de
que este lado del mundo es y debe mantenerse como una entidad aparte, dueño de
si mismo y su destino.
Sin embargo, en sus
principios Bolívar ha descartado de salida la supremacía de una nación sobre
otras o que alguna se arrogue la potestad de salvaguardar o proteger a las
demás. Lo que propone en cambio bebe de raíces clásicas europeas, como las
antiguas ligas que existieron en el ámbito del mar Egeo, como las ligas de
Delos o de Corinto, que eran más bien federaciones supranacionales o alianzas
que creaban un espacio y una defensa común de seguridad e intereses.
De hecho, es el
ejemplo de Corinto el que utiliza Bolívar cuando propone a Panamá para que
se la sede de tal federación de naciones
hispanoamericanas en su famosa Carta de Jamaica.
La unidad de la
cultura y la lengua también resaltan en la idea de Bolívar que tácitamente
descarta incluir en tal alianza a los países de América del Norte.
Incluso propuso y
definió el establecimiento de una fuerza militar supranacional que velara por
la defensa de la liga, considerando un número de hasta cien mil soldados para
defenderla. La cifra fue rebajada posteriormente a 20 mil.
Por desgracia, la
realidad se encargaría de hacer inviable esta propuesta bolivariana y las
naciones hispanoamericanas terminaron desarrollándose como entidades separadas,
desunidas, débiles y vulnerables ante la
claridad conceptual y la voluntad de dominio de los norteamericanos.
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