viernes, 31 de marzo de 2023

América / El descubrimiento del Amazonas



A Francisco de Orellana se le atribuye la primera accidentada navegación europea por el Amazonas, el río más largo del mundo, en 1542. Ocurrió casi medio siglo después de que Vicente Yáñez Pinzón avistara su monstruosa desembocadura. Una historia inverosímil contada por Orellana, quien buscaba el mítico País de la Canela, dio nombre a este río, evocando un antigua leyenda griega.



El río de las mujeres guerreras

Aristides Cajar Páez

El Amazonas es el río más largo y caudaloso del mundo. Con 7062 kilómetros de longitud, tiene más agua que el Mississippi, el Yangtzé y el Nilo juntos, siendo el eje principal de la mayor cuenca hidrográfica del planeta.

Aunque los cronistas fechan en el año de 1500 el avistamiento de su gigantesca desembocadura por el navegante Vicente Yáñez Pinzón, quien exploraba la costa atlántica de América del Sur, el descubrimiento oficial de su cauce descomunal corrió por parte del conquistador Francisco de Orellana.

El 12 de febrero de 1542 es la fecha oficial del descubrimiento del río Amazonas por Orellana, quien moriría en sus orillas, tras ser atacado por aborígenes durante una segunda expedición al rio, en 1546, cerca de su delta, sin que hasta ahora se sepa de la ubicación exacta de su tumba.

“El río de Orellana, si es como dicen, es el mayor río de las Indias y de todo el mundo, aunque metamos entre ellos al Nilo. Unos lo llaman mar”, contaba en sus crónicas Francisco López de Gómara.

El país de la canela

Según López de Gómara, Orellana había ido en aquella primera expedición descubridora junto a Gonzalo Pizarro, hermano del conquistador del Perú, Francisco Pizarro, con otro objetivo. En realidad, los dos hombres iban en pos de una de aquellas leyendas mortales, como El Dorado, que circulaban entre los conquistadores por aquellos años en las Américas: el mítico País de la Canela, una tierra donde debía abundar hasta el delirio el árbol que producía una de las especias más cotizadas por los europeos en aquellos tiempos.

Internándose en lo profundo de la inexplorada amazonia, donde se suponía debía existir el susodicho país, en un momento dado, Orellana habría ido “por bastimentos a una isla de este mismo río en un bergantín y algunas canoas, con cincuenta españoles, y como se vio lejos de su capitán, fuese por el río abajo con la ropa, oro y esmeraldas que le confiaron”, según cuenta López de Gómara.

Aquella división no autorizada de la expedición habría concitado las iras de Pizarro, que le consideraría traidor por abandonarle en plena selva y en mala condición y lo señalaría de ser culpable de malograr la expedición a aquel país de fantasía que nunca lograron hallar.

Orellana siempre alegó que la fuerza de la corriente de aquel río monstruoso había sido demasiado fuerte y que ello le impidió a él y la gente que lo acompañaba intentar algún regreso. Juraba que no le había quedado otro remedio más que seguir adelante.

Y es en ese supuesto viaje involuntario por ese río del fin del mundo que su relato se vuelve increíble:

La nación de las guerreras

Orellana contó que las márgenes del río habitaban grandes naciones de indígenas, algunos hospitalarios y otros belicoso y que algunos de estos les relataron de la existencia, tierra adentro, de un reino de mujeres guerreras que esclavizaban y sometían a algunos de los pueblos de la ribera.

“Aquellos indios que tan puntualmente hicieron relación de la grande  riqueza que se ha dicho, decían así mesmo (y aún los españoles antes deso traían la misma nueva), que sobre la mano izquierda de la dicha sierra, donde se juntan dos ríos, hay una nación de amazonas o mujeres que no tienen maridos, y que en cierto tiempo del año van a ellas otra nación de hombres, e tienen con ellas comunicación, e se tornan después a su tierra; las cuales mujeres tienen mucho oro é plata, pero que lo habían de la gente llamada chogues”.

 Así lo cuenta Gonzalo Fernández de Oviedo en su monumental Historia natural y general de las Indias.

Pero la identificación de las supuestas mujeres guerreras de la selva no es casual. Hace alusión a una vieja leyenda de la mitología griega, referida por nombres tan ilustres como Justino o Heródoto. Sí, ellos hablaban de las Amazonas.

Según cuenta Javier Tapia en “Mitología griega, cuna de occidente”, las amazonas eran “enemigas declaradas de los pueblos griegos y estaban en guerra permanente contra ellos”.

Entre sus bárbaras y peculiares costumbres, se decía, estaban matar o exiliar a todos los hombres, no importaba si fuesen sus propios hijos, a los que incluso no pocas veces sacrificaban, ya que consideraban al género masculino como “inútil” para la vida en común y de carácter pusilánime y propenso a la traición.

Según las leyendas, escribe Tapia, las amazonas habrían vivido en alguna isla del Egeo e incluso en Anatolia, la antigua Asia menor o actual Turquía.

Hay que recordar que, en los tiempos tempranos de la conquista, los europeos traían en su mente las imágenes de las leyendas y mitos de la cultura clásica. Estos, muchas veces, los ubicaban en las tierras desconocida del Nuevo Mundo, a las que su imaginación solía poblar de monstruos y prodigios, en cuya clave se describían sus hallazgos.

En expediciones posteriores por el Amazonas, nunca se logró encontrar a aquel pueblo de mujeres guerreras, ni las fabulosas ciudades en medio de la selva ni naciones de numerosos y prósperos aborígenes asentados en las márgenes del gran río.

El propio López de Gómara desacredita la versión de Orellana de forma contundente:

“Entre los disparates que dijo fue afirmar que había en este río amazonas, con quién él y sus compañeros pelearan. Que las mujeres anden allí con armas y peleen, no es mucho, pues en Paria, que no es muy lejos, y en otras muchas partes de Indias lo acostumbraban; ni creo que ninguna mujer se corte o queme la teta derecha para tirar el arco, pues con ella lo tiran muy bien, ni creo que maten o destierren sus propios hijos, ni que vivan sin maridos, siendo lujuriosísimas. Otros, sin Orellana, han levantado semejante hablilla de amazonas después que se descubrieron las Indias, y nunca tal se ha visto ni se verá tampoco en este río. Con este testimonio, pues, escriben y llaman mucho río de las Amazonas, y se juntaron tantos para ir allá”.

 

Referencias:

López de Gómara, Francisco. “Historia General de las Indias”.

Fernández de Oviedo, Gonzalo. “Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano”.

Tapia, Javier. “Mitología griega, cuna de occidente”. 2021

                                                          

 

 

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