domingo, 31 de marzo de 2024

Historia Universal/Roma: los Idus de Marzo y el asesinato de Julio Cesar

 



El fatídico día 15 del tercer mes del año 44 a.C., marcó uno de los episodios más trascendentales en la historia romana: el asesinato de Julio César. Este evento no solo alteró el curso de la política romana, al precipitar el fin de la república y el inicio del imperio, sino que también dejó una marca indeleble en la historia universal.

 

El camino sangriento hacia el Imperio

Aristides Cajar Páez

Antes de dirigirse al Senado el día de su asesinato, Julio César había sido abordado por un adivino llamado Espurina, quien le advirtió que tenía que tener cuidado con los Idus de Marzo. Los días 15 de los meses marzo, mayo, julio y octubre (los “idus”), eran considerados días de buena fortuna en la antigua Roma. Y antes de que se impusiera el calendario juliano, el mes de marzo, que como su nombre indica, estaba dedicado al dios Marte, era el primer mes del año, cuyo arribo se celebraba con diversas festividades.

El ambiente que se vivía era de jolgorio y celebración. César no le hizo mucho caso al adivino. Estaba en un buen momento. Triunfante sobre las Galias, sobre su adversario Pompeyo, autoproclamado “dictador perpetuo”, César se disponía a consolidar el poder absoluto sobre toda Roma y acabar con los vestigios del poder republicano en el Senado.

Planeaba replicar su éxito de las Galias en oriente y, emulando la hazaña de Alejandro Magno, someter a las armas romanas a todas las tierras hasta la India.

Llegando al senado aquel 15 de marzo del año 44 a.C. volvió a encontrarse con el adivino. “Ya estamos en los idus de marzo y nada ha ocurrido” le dijo César, desdeñando el presagio. A lo que el adivino le replicó: “Los idus de marzo aún no han terminado”.

Durante la sesión, se formó un tumulto. En el teatro de Pompeyo, bajo las túnicas de varios senadores, asomaron dagas que se cebaron sobre el cuerpo de César. Entre los complotados vio a uno de sus protegidos, Bruto. “¿Tu también, hijo mío?” habría sido la frase que pronunció e inmortalizó la perplejidad del momento, tras lo cual César ya no trató más de defenderse y sucumbió a los embates de sus asesinos.

Según cuenta el latinista francés Pierre Grimal, aquel asesinato habría sido la primera reacción del partido pompeyano, conformado por unos cuantos aristócratas que aspiraban retornar a la República “eliminando al tirano”.

Malos augurios

Aunque hubo rumores de la conspiración circulando en Roma, César parece no haber tomado en serio las advertencias. Los adivinos se lo habían dicho, como ya se vio. Se dice que incluso su esposa, Calpurnia, tuvo sueños premonitorios sobre su muerte y le alertó sobre los peligros de ir al Senado ese día.

César dudó sobre si asistir o no a la sesión. Sin embargo, algunas versiones señalan que, al encontrarse con Décimo Junio Bruto, uno de los conspiradores, y contarle los sueños de su esposa, este desestimó y ridiculizó los presentimientos de la mujer y en cambio lo convenció para que acudiera al Senado.

Los conjurados

Aparte de este Décimo Junio Bruto, quien había luchado en las Galias en los ejércitos de César y había tomado partido por él durante la guerra civil, estaba el otro Bruto, Marco Junio Bruto, parientes los dos. Marco Junio, un convencido republicano, habría persuadido a Décimo Junio de unirse a la conspiración que había empezado a urdir junto a Cayo Casio Longino contra César y a la que se adhirieron otros conjurados, como Cayo Trebonio o Poncio Aquila.

Muchos de estos personajes formaban parte del círculo de confianza de César, por lo cual la sorpresa de éste el día de su muerte fue además la constatación de una amarga traición y un desengaño acerca del verdadero apoyo que tenía en el Senado.

No está claro a cuál de los dos Brutos dedicó César sus últimas palabras, si es que realmente fueron pronunciadas, de lo cual existen dudas entre los expertos.

Monedas conmemorativas del asesinato de César, mandadas a acuñar por Bruto.


La victoria de los asesinos fue efímera. La ciudad de Roma no los apoyó. Los soldados y los generales leales a César clamaron justicia. El proyecto de restaurar la República se hundía. Matar a César había sido un grave error.

Según Grimal, los conspiradores de marzo, liderados por Bruto y Casio habían huido a Oriente con el propósito de restaurar el proyecto de Pompeyo, pero correrían su misma suerte. “Como él, serán vencidos en Filipos, en el año 42 (a.C)”, dice el autor.

Octavio, sobrino-nieto de César al cual éste además había adoptado como hijo, y Marco Antonio, lugarteniente y cónsul del dictador, vengaron su asesinato y purgaron a la clase política romana para entronizarse. Posteriormente enfrentados entre sí, Octavio vencería a Marco Antonio, quien se había aliado con la reina egipcia Cleopatra, y, ya convertido en Augusto, inauguraría el Imperio Romano en el año 27 a.C.

 

 

Referencia:

Grimal, Pierre “Historia de Roma”.  Editorial Planeta, 2005.

 





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